La falta de combustible que enfrenta Venezuela en el marco de la grave crisis política, económica y social que atraviesa el país y que se ha visto agudizada en el último año está teniendo también un impacto en las organizaciones humanitarias que trabajan para asistir a los 7 millones de venezolanos necesitados de ayuda.
Según explica la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) en su último informe, la situación humanitaria en los estados fronterizos con Colombia y en otras zonas se ve afectada por la falta de servicios básicos como agua, energía eléctrica y gas y gasolina, llegando incluso a registrarse filas durante días en las gasolineras.
Esto a su vez está “comenzando a afectar a las operaciones humanitarias” puesto que varias organizaciones han informado que han tenido “dificultades para obtener combustible y han tenido que suspender actividades o pagar altos costos adicionales de transporte”.
La OCHA también ha reconocido que “los desafíos logísticos relacionados con los retrasos en la importación de algunos suministros, la disponibilidad de transporte y la escasez de combustible y electricidad, entre otros, han tenido un impacto en la respuesta y el acceso a las personas afectadas”.
En este sentido, el organismo que se encarga de coordinar la respuesta humanitaria reconoce que “se necesita de una mayor capacidad operativa, incluida la presencia y registro de ONG internacionales”, así como mayor información respecto a las necesidades de la población en todos los sectores.
Igualmente, ha advertido la OCHA, “se necesita con urgencia más financiación para mantener y ampliar aún más la respuesta” ya que muchas organizaciones humanitarias están sufriendo “brechas de financiación críticas”.
Así, de los 223 millones de dólares solicitados para llevar a cabo el Plan de Respuesta Humanitaria 2019 y atender a 2,6 millones de personas, se han recibido hasta la fecha 55,5 millones, lo que representa el 25 por ciento del total.
Problemas de salud y nutricionales
La OCHA también se ha referido a la situación en materia de salud. El brote de difteria que comenzó en 2016 sigue activo y hasta agosto se había cobrado 287 vidas, mientras que los casos de malaria registrados hasta junio eran un siete por ciento más que en el mismo periodo de 2018.
En lo que se refiere al dengue, los casos hasta finales de agosto eran un seis por ciento inferiores que en 2018 si bien el número de muertos aumentó en un 180 por ciento, hasta los catorce fallecidos. En cuanto al brote de sarampión, se ha controlado progresivamente, si bien sigue activo en varios estados, incluida Caracas.
También se ha constatado un aumento en los casos de tuberculosis y de mortalidad materna e infantil, así como problemas relacionados con la salud mental. Otra preocupación, según la OCHA, es el acceso limitado a medicamentos y atención adecuada para personas con afecciones agudas y crónicas potencialmente mortales, como los pacientes con VIH.
En el plano nutricional, las organizaciones que trabajan en el sector han indicado que “una gran cantidad de niños atendidos por programas contra la desnutrición recaen en esa condición poco después de haber dejado el programa”.
Además, se ha observado que existe un mayor número de casos de desnutrición en niños mayores de cinco años que requieren atención. Según la OCHA, en hogares donde hay un caso de desnutrición de un menor de cinco años también existen otros casos de niños mayores y con mayor grado de afectación, lo que lleva a los padres a dividir los alimentos terapéuticos para alimentar a todos sus hijos sin tener en cuenta la edad.
Vía – LaPatilla