Un hombre tenía tres fusiles de asalto, cargadores de gran capacidad y una máscara antigás. Otro poseía 18 armas, incluida una escopeta recortada y un lanzagranadas. Es probable que ninguno de ellos hubiera llamado la atención de las autoridades estadounidenses hace apenas unos meses.
Pero desde hace tres semanas, cuando un joven mató por motivos raciales a 22 personas en El Paso, una ciudad texana de mayoría hispana, el Buró Federal de Investigación (FBI) detuvo a al menos siete miembros de la extrema derecha, en el marco de lo que parece ser una redada contra el nacionalismo blanco en Estados Unidos, relató AFP.
10.000 balas
Algunos de los arrestados presentaban un perfil especialmente alarmante.
El pasado 8 de agosto, un agente de seguridad de Las Vegas fue detenido por la policía federal con material para fabricar una bomba e indicaciones sobre posibles objetivos: una sinagoga. El joven de 23 años estaba en contacto con neonazis.
El 12 de agosto, un hombre de 18 años, que hizo apología de los tiroteos masivos, fue inculpado por haber amenazado con matar a miembros de las fuerzas de seguridad. Tenía numerosas armas y cerca de 10.000 balas.
Cuatro días después, la policía de Florida arrestó a un hombre de 25 años por haber escrito por SMS a su novia que tenía previsto llevar a cabo un tiroteo en el que preveía causar unos 100 muertos.
El 17 de agosto, un supremacista blanco de 20 años fue detenido en Ohio por amenazas contra la comunidad judía. En su casa había acumulado fusiles de asalto semiautomáticos, cargadores de gran capacidad y una máscara antigás.
El despertar del FBI
Esas detenciones muestran el nivel de la amenaza de la ideología supremacista y su capacidad para llevar a personas de un perfil similar (hombres jóvenes blancos) a querer pasar al acto.
Las autoridades estadounidenses han sido acusadas durante años de descuidar los casos de terrorismo interno, que desde 2002 han causado más muertos en el país que el yihadismo. Esa redada supone un cambio de actitud, según varios expertos.
«Creo que las autoridades federales entienden que es un [tema] que preocupa mucho», dice Brian Levin, director del centro de estudios del extremismo en la California State University-San Bernardino.
Para los analistas, el hecho de que el presidente estadounidense, Donald Trump, se negara a adoptar una postura clara contra los nacionalistas blancos y los neonazis tras tiroteos y otros acontecimientos violentos había llevado al FBI a no afrontar plenamente esa amenaza.
Pero la policía federal ha convertido esa cuestión en una de sus prioridades. En julio, su director, Christopher Wray, aseguró que se habían abierto 850 investigaciones por «terrorismo interno» y que sus agentes habían realizado 100 arrestos.
La mayoría de los casos están relacionados con «lo que se podría calificar de violencia supremacista blanca», declaró.
Pero Wray, nombrado por Trump, consideró sin embargo que sus agentes estaban más pendientes de los crímenes que de la ideología, un enfoque muy distinto del que se aplica con los seguidores de organizaciones como el grupo Estado Islámico o Al Qaida, que pueden ser detenidos por haber expresado su apoyo a yihadistas.
«Creo que el FBI parece cambiar de enfoque e intensificar sus esfuerzos contra las amenazas de terrorismo interno», declaró el viernes a CNN el predecesor de Wray, Andrew McCabe.
Para Brian Levin, las detenciones recientes muestran que, tras la conmoción provocada por los últimos tiroteos, los estadounidenses han tomado conciencia de la amenaza y están más dispuestos a denunciar casos a la policía cuando sospechan de la radicalización de una persona.
«La gente ha aprendido a detectar mejor algunas señales precursoras», asegura.
Con información de El Universal