Australia ordena la evacuación de ciudades antes de una ola de calor

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(Sídney). Miles de turistas disponen de 48 horas para abandonar las zonas turísticas de la costa sudeste de Australia antes de la llegada el sábado de una nueva ola de calor que avivará la progresión de los incendios que asolan el país.

Estos incendios fuera de control provocaron la muerte de al menos a ocho personas en 48 horas y redujeron a cenizas cientos de hectáreas de bosques en el primer día del año. Muchos turistas están bloqueados en ciudades costeras rodeadas por las llamas.

El servicio de bomberos de Nueva Gales del Sur ha pedido el jueves por la mañana a los turistas que abandonen una zona costera de 200 kilómetros de largo desde la pintoresca ciudad de Batemans Bay (a unos 300 km al sur de Sídney) hacia el sur y el estado de Victoria.

Los visitantes deben partir antes del sábado, que se espera sea un día negro en el frente de incendios, con ráfagas de viento y temperaturas superiores a 40 °C. Unas condiciones idóneas para atizar el fuego.

Podría ser incluso peor que el martes, la jornada más mortífera desde el comienzo de la temporada de incendios en septiembre.

Muchos turistas pasaron dos noches aislados en zonas privadas de electricidad y comunicaciones, con pocas reservas de alimentos. Las autoridades han garantizado la seguridad de algunas carreteras precisamente para evacuarlos.

La evacuación de la zona prohibida a los turistas será «la más importante jamás realizada en la región», declaró a la cadena ABC el ministro de Transportes de Nueva Gales del Sur Andrew Constance.

Miles de personas comenzaron a huir del área afectada y este jueves se veía una larga fila de automóviles en la carretera que conduce a Sídney.

Fuego sin control

El subdirector del servicio de bomberos del estado, Rob Rogers, agregó que los bomberos no son capaces de apagar ni controlar los incendios activos.

«Hay tantos incendios en esta zona que no podemos contenerlos», declaró a ABC. «Tenemos que asegurarnos de que no quede nadie en su camino».

John Steele, de 73 años, vive cerca de Merimbula, en la costa sur. Cuenta a la AFP que algunas personas fueron «presas del pánico» debido a los llamamientos a evacuar. «Hay tantas informaciones falsas en Facebook y en internet», comenta.

Steele por el momento permanece en el lugar con su esposa. La situación en la región es «caótica» desde hace unos días y los productos frescos y la gasolina están casi agotados, describe.

«Nos alegra ver que todos se van de la ciudad», dice. El ha optado por ser «prudente» y ya ha hecho las maletas.

Las autoridades no han podido contactar con todos los habitantes de las regiones más aisladas. Y también están preocupadas por las cinco personas desaparecidas. Más de 400 casas han sido destruidas en los últimos días, un número que se espera que aumente a medida que los bomberos lleguen a las aldeas más remotas.

Ayuda humanitaria

Se han desplegado barcos y aviones militares, además de personal de emergencia, para hacer llegar ayuda humanitaria y evaluar los daños en las zonas más aisladas.

Un barco de la marina llegó el jueves por la mañana a la ciudad costera de Mallacoota, donde muchas personas se refugiaron durante horas en la playa para escapar de las llamas que alcanzaron a la localidad. Empezará a evacuarlas, dijo un portavoz de las fuerzas de defensa.

«Hoy, las cosas deberían comenzar a moverse para los turistas de Mallacoota y para los habitantes que no se quieren quedar allí», afirmó. «Debido a la cantidad de personas (…) llevará días o semanas».

Al menos 18 personas han muerto desde el comienzo de la temporada de incendios, más de 1.300 casas han sido pasto de las llamas y 5,5 millones de hectáreas han ardido, o sea un área más grande que un país como Dinamarca u Holanda.

Esta crisis sin precedentes ha provocado manifestaciones que piden al gobierno medidas inmediatas contra el calentamiento global que, según los científicos, es responsable de que los incendios duren más y sean más feroces que nunca.

Muchas de las críticas van dirigidas contra el primer ministro Scott Morrison, quien ha reiterado su apoyo a la lucrativa pero altamente contaminante industria del carbón australiana.

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