Chile aborda con lentitud primer día laboral tras violento fin de semana

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Largas esperas para abordar los autobuses, el metro funcionando parcialmente y una alta congestión marcan las primeras horas de este lunes en Santiago, en el primer día laboral tras el violento estallido social del fin de semana, con saqueos, incendios y enfrentamientos que dejaron siete muertos.

Después de una noche un poco más tranquila que las dos anteriores, desbordadas por saqueos y ataques incendiarios, en Santiago se intenta con gran dificultad retornar a las actividades habituales, aunque muchos empleadores cancelaron las jornadas de trabajo y las clases estaban suspendidas en prácticamente todos los colegios y universidades.

La falta del metro -eje del transporte público, con unos tres millones de pasajeros por día-, era lo que más se extrañaba en esta ciudad de casi siete millones de habitantes, obligados ahora a hacer largas filas para tomar autobuses o acceder a las pocas estaciones del ferrocarril metropolitano que abrieron.

AFP / JAVIER TORRESProtestas en Valparaíso, Chile, el 20 de octubre de 2019

La estación La Moneda, a pocos metros de la casa de gobierno -en pleno centro de Santiago- abrió sus puertas pasadas las 07H00 locales (10H00 GMT), permitiendo el ingreso de decenas de personas que esperaban impacientes poder tomar un tren. Varios soldados resguardaban los ingresos, según constató un periodista de la AFP.

– «En calma» –

AFP /Chile

«La ciudad está en paz y en calma», afirmó a primera hora el jefe militar a cargo de la seguridad, Javier Iturriaga, tras hacer un sobrevuelo por la capital chilena, y en contraposición a la sonada frase que lanzó el presidente Sebastián Piñera la noche del domingo, cuando afirmó: «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso».

En el centro de Santiago se observa gran presencia de militares y policías. Algunas tiendas -las más pequeñas- se atrevieron a abrir parcialmente sus puertas, pero los grandes locales comerciales, la mayoría de los supermercados y centros comerciales iban a permanecer cerrados.

La violencia de las protestas, que se iniciaron con fuerza el viernes tras el alza en el pasaje del metro pero que después derivaron en un furioso estallido social, tiene a muchos perplejos, con miedo. Pero también expectantes de los cambios que se pueden venir a un modelo económico, al extremo liberal, que ha remarcado las desigualdades en la sociedad chilena.

AFP / CLAUDIO REYESManifestante con la bandera chilena en Santiago durante protestas el 20 de octubre de 2019

«Se veía venir esto. El gobierno no ha hecho nada, no era solo el pasaje de metro lo que gatilló esto y terminó en vandalismo. Si el gobierno no hace cosas contundentes, medidas para mejorar los sueldos, la salud, las pensiones», dijo a la AFP Carlos Lucero, de 30 años y vendedor de sándwiches en el céntrico paseo Ahumada.

Además de los siete fallecidos en incendios ocurridos durante saqueos, las autoridades dieron cuenta el domingo de dos heridos de bala y de casi 1.500 detenidos en el peor estallido social en más de tres décadas.

– Chalecos amarillos –

Con dos noches consecutivas de toque de queda tras ser decretado el estado de emergencia en varias ciudades de Chile y cuando cundían los saqueos y pillajes en todo el país, vecinos se organizaron para evitar nuevos saqueos durante la madrugada del domingo.

Armados con palos y con los chalecos amarillos que popularizaron manifestantes en Francia, defendieron sus hogares pero también los supermercados y tiendas de barrio que quedaron en pie y no fueron vandalizados.

«La idea fue organizarnos e identificarnos entre vecinos por eso nos pusimos los chalecos amarillos. Hubo algunos intentos de robo en el sector y por eso nos organizamos para defendernos», dijo Priscila, una vecina de la comuna de Macul (oriente de Santiago) al canal 24 horas.

Los vecinos realizaron rondas de vigilancia junto a policías y militares quienes les permitieron salir a las calles pese al toque de queda.

Si el detonante del conflicto fue el aumento de la tarifa del metro, las protestas se hicieron eco de otras reivindicaciones en una sociedad que incuba desde hace años descontento con un modelo económico cuyo acceso a la salud y a la educación es prácticamente privado, con una alta desigualdad social, bajas pensiones y alza de los servicios básicos.

Vía – AFP

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