Hace apenas unos años, Jenny Viquez tuvo que dejar su trabajo de oficina debido a serios problemas de espalda. Ahora, la costarricense pasa sus días buscando huevos de mariposa y orugas en la finca de su familia cerca de la capital del país, San José.
Los Viquez se encuentran entre las 400 familias que se ganan la vida criando mariposas para su exportación en Costa Rica, un punto caliente de biodiversidad, que alberga más de 15.000 especies de mariposas y polillas, según el entomólogo Ricardo Murillo.
Las mariposas se crían de forma sostenible y bajo estrictas normas medioambientales, según la empresa costarricense Entomological Supply. Los ejemplares se venden principalmente a jardines botánicos o centros de exhibición de mariposas de los Estados Unidos y Europa.
Las familias que participan en la cría de mariposas suelen proceder de las comunidades rurales más pobres del país centroamericano. Con su trabajo pueden obtener un ingreso razonable y al mismo tiempo proteger el bosque y los exuberantes hábitats de estos insectos.
