Leonardo da Vinci (1459-1519) fue reconocido como un pintor extraordinario por sus contemporáneos. Los comisarios de la exposición que abre sus puertas en París el jueves explican en qué radica la singularidad de este artista, que trascendió los siglos.
– La pintura por encima de todo –
Para Leonardo da Vinci, a la vez artista y científico y personificación del saber universal, la pintura está por encima de todo y la considera «la reina de las ciencias» por su capacidad de «recrear el mundo», explica Louis Frank, uno de los comisarios de la exposición.
Logró poner todas sus pasiones, que van de la anatomía a las matemáticas, pasando por la botánica o la cosmología, al servicio de la pintura. Una exigencia importante que «lo lleva a querer entender el mundo en su esencia, más que a plasmarlo inmediatamente en su pintura», lo que se traduce en una producción de todo menos pletórica.
«Que haya pintado poco no es señal de desinterés, eso le permitió pintar cuadros perfectos. Sus contemporáneos eran conscientes de ello, las obras de Leonardo da Vinci los deslumbraban hasta tal punto que algunos de ellos incluso hablaban de terror», subraya Vincent Delieuvin, conservador jefe de Patrimonio, especialmente de las pinturas en el Louvre.
– La «vibración» de la vida –
La sonrisa de «La Gioconda» es una clara muestra de que a Leonardo da Vinci le apasiona la expresión de los sentimientos humanos. «Para él, la sonrisa es la expresión más sutil: es la esencia misma de la humanidad, es por definición transitoria. Nada mejor que una sonrisa para expresar la magia de la expresión humana».
A causa de ello, poco a poco irá eliminando «los gestos demasiado artificiales» de sus pinturas para concentrarse en las expresiones, según revelan los dibujos y las reflectografías infrarrojas presentadas en el Louvre, que sacan a la luz las diferentes etapas de su trabajo.
«Es un artista que, poco a poco, utiliza cada vez menos materiales, con transiciones casi imperceptibles de la sombra a la luz. Su materia se va afinando y casi todo se hace con capas muy finas de pintura, de veladuras. Esto le permitirá poner velos de sombra y dar una vibración a la pintura», subraya Vincent Delieuvin.
Este efecto, llamado «sfumato» es una técnica pictórica que da «la impresión de que los contornos de un sujeto» son «ligeramente vibrantes», por estar difuminados.
– El arte de lo inacabado –
Uno de los platos fuertes de la muestra, «Santa Ana», que quedó inacabado cuando el artista falleció, en 1519, no es una excepción en la trayectoria del maestro italiano. Si bien sus primeros cuadros «están perfectamente terminados, él se da cuenta, hacia los 25 años, de que las formas acabadas están muertas. Experimentando, se da cuenta de la potencia de una pintura que no está perfectamente terminada», subraya el comisario.
El «non finito» adquirirá una dimensión casi filosófica en el trabajo de Leonardo da Vinci quien, como pensador, estaba abierto a la exploración de ideas, a menudo en detrimento del cierre y de la conclusión.
«Una de sus grandes conquistas es la de haberle abierto los ojos a sus contemporáneos sobre la potencia que puede tener lo inacabado», considera Vincent Delieuvin. «Él aporta una cesura en la obsesión por la forma acabada. Si fuéramos poetas, podríamos decir que él abre una gran vía que conducirá a la abstracción en el siglo XX», sugiere el experto.