Después de años de pacíficas y escenificadas movilizaciones, la violencia prendió esta semana en parte del movimiento independentista catalán, fruto de la frustración por la parálisis de su proyecto y de la indignación por la condena a sus líderes.
Desde 2012, el separatismo se había vanagloriado del carácter festivo de sus movilizaciones: enormes y coloridas marchas de cientos de miles de personas, perfectamente coreografiadas, en un ambiente amable y familiar. «La revolución de las sonrisas», se decían.
El fracaso del intento de secesión de 2017 comenzó a agriar algunos sectores. «Las sonrisas se han terminado», cantaban al unísono en protestas anteriores.
Con la condena a prisión de nueve líderes separatistas, la situación se encendió, dando lugar a tres días consecutivos con violencia en la región.
«Nunca hemos conseguido nada desde las primeras manifestaciones pacíficas de 2012 y han cruzado todos los límites con esta sentencia», protestaba Lluís, un estudiante de 21 años mientras se preparaba para quemar un contenedor en Barcelona el miércoles.
Los más conflictivos suelen ser jóvenes, algunos sin apenas experiencia, que se mueven entre grupos de amigos con una actitud provocadora y de cierta frivolidad ante la policía.
– El pacifismo «ya no sirve» –
Para los independentistas, la condena ha sido «una gran agresión», explica Jordi Mir, coordinador del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de Barcelona.
AFP / Vincent LEFAIProtestas en Cataluña
«Hasta ahora se habían hecho marchas, cadenas humanas, de todo y, para parte de la sociedad, esto ya no sirve, no ha dado resultados», explica. «Y ante este momento de excepcionalidad de ahora, deciden ir más allá».
Buena parte de las críticas de los radicales se dirigen al presidente catalán, el independentista Quim Torra, que anima a las protestas después disueltas con contundencia por la policía regional, dependiente de su gobierno.
«El presidente Torra critica la sentencia, pero luego envía a los Mossos d’Esquadra a reprimir las manifestaciones de la gente que lucha contra esta sentencia. Es un papel super hipócrita», dijo a la AFP Oriol González, de 23 años y sindicalista estudiantil.
La deriva fue progresiva: durante el fallido intento de secesión apostaron por la desobediencia con acciones como cortar carreteras o levantar peajes de autopistas.
A partir de 2018, episodios puntuales de violencia habían salpicado algunas de sus protestas mientras crecía el malestar contra Madrid y los líderes separatistas que, pese a mantener el poder regional, no avanzaban hacia la secesión como se comprometieron.
Berta Barbet, del grupo de análisis Politikon, apunta a «la frustración» ante el fracaso «de un proyecto que había generado mucha ilusión y no funcionó».
También indica la falta de liderazgo, por el encarcelamiento y la fuga al extranjero de sus antiguos dirigentes y la pérdida de confianza en los partidos que les prometieron obtener la independencia.
«Sin liderazgo político es normal que al movimiento social le salgan grupos (…) que expresan su frustración de forma más violenta», insiste.
– Tradición revolucionaria –
«No me preocupa tanto la falta de liderazgo, sino la falta de horizonte», apunta Jordi Mir.
AFP / Patricio ARANA«Marchas por la Libertad» en Cataluña
«Es muy difícil saber qué es lo que buscan las movilizaciones: ¿declarar la independencia? ¿Conseguir más apoyos? ¿Un referéndum?», se pregunta.
La pregunta corroe el conjunto del independentismo: después del fracaso del intento de secesión, el movimiento no encontró una nueva estrategia para progresar y las divisiones entre pragmáticos y radicales se hicieron cada vez más evidentes.
Debido a esta indefinición, Barbet duda que este tipo de protesta consiga consolidarse: «No tiene una demanda clara, es muy difícil que esto se transforme en nada».
La ola de protestas continuará este jueves y se teme un punto culminante el viernes, cuando lleguen a Barcelona marchas desde cinco ciudades para una huelga general.
Epicentro de estos disturbios, la ‘Rosa de Fuego’, como llamó a Barcelona el ideólogo comunista Friedrich Engels, tiene larga experiencia en «episodios de esta naturaleza», indica Jordi Mir.
Huelgas generales, movilizaciones estudiantiles, protestas del colectivo okupa o incluso celebraciones de títulos del FC Barcelona han terminado con «contenedores quemando, barricadas y choques con la policía».
«La diferencia es que, como el movimiento independentista es tan amplio, estos episodios de más conflictividad se multiplican», apunta.1
Vía – AFP