Jeffrey Epstein, un depredador sexual con muchas sombras​

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Las autoridades aún investigan la muerte del financista, quien apareció muerto la semana anterior en su celda

Una semana después de su muerte, el multimillonario Jeffrey Epstein es visto no solo como un depredador sexual con un apetito insaciable, sino también como uno cuyas tendencias eran conocidas en su mundo de adinerados.

Incluso en un país donde numerosos hombres poderosos han sido abatidos por las revelaciones del movimiento #MeToo, las presuntas agresiones sexuales del magnate sobre jóvenes menores de edad impactaron en la sociedad.

Su suicidio el 10 de agosto en una cárcel federal en Manhattan fue el último episodio este caso, pero no el punto final de su inquietante historia.

De las dos mil páginas de documentos judiciales publicados el día antes de su muerte, así como nuevas demandas contra su patrimonio y contra quienes supuestamente reclutaron a sus jóvenes víctimas, emerge la imagen sórdida de un hombre que afirmó tener la necesidad «biológica» de mantener relaciones sexuales tres veces al día.

Las demandantes, algunas pobres y menores de edad en el momento de los presuntos abusos a principios de la década del 2000, dicen que las «reclutadoras» de Epstein se acercaron a ellas fuera de sus escuelas o en sus lugares de trabajo.

Estas mujeres habrían persuadido a las menores de que podrían ganar cientos de dólares al dar masajes no sexuales a un hombre al que describían como un poderoso neoyorquino.

Una vez en su residencia de Manhattan, las llevaban a una «sala de masajes» decorada con fotos de mujeres desnudas, donde el financiero abusaba sexualmente de ellas, incluso las violaba, testificaron varias mujeres.

Epstein usó métodos similares para abusar de chicas en su opulenta residencia en Palm Beach, Florida, de acuerdo con los procedimientos legales en ese estado. Supuestamente hizo lo mismo en su isla privada en el Caribe, a donde llevaba a las chicas en un avión llamado «Lolita Express».

También poseía propiedades en Nuevo México y París, aunque no hay informaciones de que cometiera estos delitos en esos lugares.

Pero su libreta de direcciones, publicada en 2015 por el sitio web ya desaparecido Gawker, incluía decenas de nombres vinculados a esos lugares, que figuran en «Masajes».

Mientras las autoridades investigan la muerte de Epstein, quedan pocas dudas sobre el alcance de sus tendencias sexuales.

«Principalmente jóvenes»

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, adelantó en 2002, cuando era un magnate inmobiliario de Nueva York, la predilección de Epstein por las jóvenes.

Un año después, Vanity Fair informó que era «conocido en la ciudad como un hombre que ama a las mujeres, muchas, principalmente jóvenes».

Pero no fue hasta 2005, después de que la madre de una presunta víctima denunciara un caso a la policía, que se encontraron pruebas que lo vinculaban con el abuso sexual de al menos 30 chicas.

Los abogados del financiero y el entonces fiscal Alex Acosta, nombrado secretario de Trabajo por Trump antes de renunciar en julio, acordaron que Epstein enfrentara una sentencia inusualmente leve por cargos de prostitución estatal. Pasó 13 meses durmiendo en la cárcel pero se le permitía salir todos los días para atender sus negocios.

La condena no modificó su conducta y aparentemente continuó con su obsesión.

En agosto de 2018, le dijo a un periodista del New York Times que hubo momentos en la historia en que el sexo con adolescentes era aceptable, y que criminalizarlo era una aberración.

Epstein podía ser ingenioso y encantador, le apasionaba el piano, era reservado sobre sus negocios, y podía mantener discusiones con científicos ganadores del Premio Nobel, dicen comunicadores que lo conocieron.

«Es un iceberg clásico», dijo su amiga Rosa Monckton a Vanity Fair. «Lo que ves no es lo que obtienes».

Opaco en los negocios

La carrera de Epstein comenzó en la década de 1970, cuando consiguió un trabajo como profesor de matemáticas en una prestigiosa escuela privada en Manhattan. Conoció a Alan «Ace» Greenberg, en aquel entonces jefe de la firma de inversión Bear Stearns, mientras daba clases particulares a su hijo.

Así consiguió un trabajo en Bear Stearns, antes de renunciar en 1981 para fundar su propia firma de asesoría financiera.

Según Vanity Fair, fue el influyente financiero Steven Hoffenberg quien introdujo a Epstein, hijo de un empleado de parques de Brooklyn, en los círculos del jet set.

Hoffenberg sería luego sentenciado a 20 años de prisión por defraudar a unos tres mil inversores en un esquema Ponzi.

Moviéndose en círculos en los que estaban Bill Clinton y el príncipe británico Andrew, Epstein se acercó a Leslie Wexner, un multimillonario cuya compañía era propietaria de las tiendas de lencería Victoria’s Secret.

Wexner dice que cortó sus lazos con el magnate hace 10 años, acusándolo de apropiarse indebidamente de «grandes sumas de dinero».

En la década de 1990, Epstein conoció a Ghislaine Maxwell, la hija del fallecido barón de los medios de comunicación británicos Robert Maxwell, con la que tuvo una breve aventura.

Maxwell, de 57 años, es la principal sospechosa de dirigir el reclutamiento de menores para el financista, pero aún no ha sido acusada. Se desconoce su paradero.

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