La delegada de la juventud por Afganistán ante la ONU, Aisha Khurram, pretende hacer oír la voz de los jóvenes de sus país, incluidos los talibanes, para poner fin a la guerra que lo devasta desde hace casi 40 años.
«Durante décadas e incluso siglos, nuestros miedos y nuestro futuro han sido decididos por quienes hacen la guerra», afirmó a la AFP la estudiante de relaciones internacionales de la Universidad de Kabul.
«Una verdadera paz solo puede llegar si se incluye a toda la población», asegura Khurram, de 20 años, cuya historia personal resuena con la de su país.
Nacida en Pakistán de un padre comerciante y una ama de casa que habían huido de la guerra, descubrió el Afganistán niño en 2004, tres años después de que una coalición internacional liderada por Estados Unidos expulsara a los talibanes del poder.
El pasado 7 de octubre, Khurram fue designada «joven delegada» en las Naciones Unidas por un prestigioso jurado, tras una selección rigurosa, de entre 100 candidatos.
La joven se propone llevar la voz de los jóvenes de un país donde los menores de 18 años, que han sufrido el conflicto toda su vida, representan la mitad de los 37 millones de habitantes.
«No se les oye nunca, y tienen el derecho de ser escuchados», asegura.
La clase política afgana sigue estando más o menos dominada por los mismos actores desde principios de siglo. Los caudillos de barba blanca, acusados de las peores atrocidades, han ocupado los más altos cargos del Gobierno.
Por lo tanto, es imperativo incluir a los «jóvenes», que son «las dos terceras partes de la población» y se encuentran «tanto en el seno del ejército como en las filas de los insurgentes», afirma Khurram.
«El verdadero reto es llegar a los jóvenes insurgentes», reconoce, mientras el gobierno de Kabul pierde cada día un poco más el control del territorio afgano.
«Antes que se unan a los grupos extremistas (…) debemos crear oportunidades para ellos. Tenemos que escuchar su voz, considerar su derecho a la educación, a las oportunidades profesionales», estima.
Los talibanes participan en un combate sangriento desde 2001 con las fuerzas de seguridad afganas, apoyadas por tropas internacionales. El grupo Estados Islámico también ha intensificado sus atentados desde 2015.
Llegar a los jóvenes talibanes se anuncia «difícil», opina Thomas Ruttig, responsable de la Red de Analistas Afganos (AAN). «Sus líderes harán todo para impedirlo, por miedo a una división en su movimiento», agregó.
– «Derecho a la vida» –
Se espera que los delegados de la juventud hagan oír sus voces en diversos foros de las Naciones Unidas sobre temas como el clima o la paz… que Afganistán no conoce desde la invasión soviética de 1979.
De julio a septiembre, Afganistán tuvo su trimestre más mortífero de civiles de la última década, según la ONU. En los primeros nueve meses del años, más de 2.500 murieron.
«La verdadera línea roja, que afecta a todos, es el derecho a la vida. Los otros derechos vienen después», destaca Khurram.
Para ella, el movimiento en línea #MyredLines «ignora a las mujeres que viven fuera de la capital», que aspiran ante todo a vivir seguras.
Ese movimiento fue lanzado por mujeres que temían que sus derechos pudieran rebajarse más en las conversaciones entre los talibanes y Estados Unidos.
Estados Unidos puso fin en septiembre a esas negociaciones sobre un retiro de sus tropas en Afganistán. El proyecto de acuerdo preveía, entre otras cosas, que se comenzara un diálogo con las autoridades afganas.
Afganistán es uno de los países más pobres y más corruptos del mundo. Más de la mitad de la población vive con menos de dos dólares al día, según el Banco Mundial.
Para que los jóvenes de todo el país puedan reunirse, debe celebrarse en el país una primera «jirga de la juventud», nombre de las asambleas tradicionales afganas, se felicita Aisha Khurram.
Vía – AFP