La semana anterior el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas posicionó a Costa Rica como un país de desarrollo humano alto.
Localizada en el puesto 68 del mundo y superada solo en la región por Chile, Argentina, Uruguay y Panamá, la evaluación choca con índices de pobreza y desempleo que afectan al país.
Con el fin de profundizar el dato, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó esta mañana el análisis a los datos lanzados días atrás.
El diagnóstico insistió en que se trata de promedios, a los cuales hay que darles rostro humano para atender, sobre todo, a quienes se encuentran en los extremos más bajos de la medición.
«Los números son muy equívocos y entre más los veamos más podemos equivocarnos, sobre todo en un país de renta media alta «, dijo tajante la representante de la ONU en Costa Rica, Alice Shackelford.
Un tema que supera los números
El director del PNUD en el país, José Vicente Troya, explicó que el dinero no es la única forma de medir desiguales sociales, sino que, elementos como la educación y la salud impactan las oportunidades.
«El ingreso puede convertirse en un velo que no permite dimensionar las desiguales humanas», señaló.
Según él, además, la desigualdad no se explica sólo en el contexto actual sino «como una consecuencia de no haber actuado oportunamente».
La misma línea fue defendida por la ministra de Planificación, Pilar Garrido, quien sostiene que los datos económicos deben servir para impactar en el tema social.
«Hay que revisar qué preguntas le hacemos a las políticas públicas para saber si va a impactar realmente «, afirmó.
Garrido defendió que las estadísticas económicas del país han dejado de caer por lo que una reactivación económica deberá contemplar elementos como:
- Redistribución de ingresos
- Inclusión de mujeres en el mercado laborar
- Dar atención a todos los derechos
Consecuencias para el país
Como parte del panel de análisis participó también el director del Estado de la Nación, Jorge Vargas.
El experto alertó sobre la disminución del capital democrático en el país y como la desigualdad lo va erosionando.
«Un nivel de desigualdad así da demasiado poder a unos pocos y se lo resta a muchos otros», consideró.
De acuerdo con Vargas, la desatención termina por alejar a los ciudadanos de la política y la solución de sus propios problemas, alimentando discursos antidemocráticos y alejados de los Derechos Humanos.