Speratum: una esperanza en la batalla contra el cáncer, innovación desde Costa Rica para el mundo

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Una palabra describe, con precisión, el más reciente objetivo profesional del médico costarricense Christian Marín: aplicabilidad.

Fue esa idea, la de llegar a ayudar en la vida de las personas, lo que impulsó a Marín a entrar en el desarrollo de un medicamento que podría cambiar el tratamiento de cáncer, tal como lo conocemos hoy.

Marín es el fundador del startup biotecnológico Speratum, y durante los últimos 12 años se ha dedicado a investigar y desarrollar una cura para el tratamiento de varios tipos de cáncer enfocado en los más agresivos como el de hígado, páncreas, y ovarios.

Lo que comenzó con una patente en Estados Unidos, en el 2013 y la fundación de su empresa en el país, pasó a ser una realidad luego de varios años de investigaciones y una inversión inicial de $1.000.000.

Hoy, Marín y su equipo lograron duplicar su inversión inicial y ya aparecen en el radar de los actores más importantes del mundo farmacéutico.


Microscópico, pero de impacto global

Christian Marín nació en Costa Rica, su adolescencia la vivió en diferentes países y regresó a su tierra natal para completar el colegio. Una vez terminada la secundaria, partió a la ciudad de Waco, en Texas, para asistir a la Universidad de Baylor.

Ahí sacó una licenciatura en biología molecular, luego obtuvo una maestría en emprendedurismo y biotecnología para luego alcanzar un doctorado en virología molecular y microbiología.

Cuando estaba tras un proyecto para culminar su grado de doctorado, Marín se propuso buscar un laboratorio que estuviera desarrollando algo vinculado a la aplicabilidad, o como él lo explica: “que puede llegar a ayudar en la vida de las personas”.

Fue entonces cuando encontró un proyecto que estudiaba el cáncer de páncreas, al cual se unió. Y fue ahí donde descubrió una función muy especial de una molécula; algo microscópico pero que a la vez podía tener un impacto global.

“Estas moléculas se llaman micro ARN. Son moléculas naturales del cuerpo. Ahora se conocen 5.000, pero cuando yo empecé a trabajar con ella, existían unas 200. La nuestra es la 198.”, comentó Marín.

“No la descubrimos nosotros, pero sí nos dimos cuenta de lo que esta molécula podría hacer en el cáncer, específicamente en el de páncreas. Ahí vimos el potencial que esta molécula tenía para detener el crecimiento del cáncer”, explicó Marín.

¿Cómo funciona?

La MIR198 pertenece a la familia de las moléculas micro ARN y las cuales definen la expresión genética. Con su investigación, Marín y su equipo buscan aislar esta molecula para poder generarla de forma sintética en un laboratorio. En estos momentos desarrolla dos versiones.

“Con la primera, la idea es que la podamos inyectar en los cuerpos para que, cuando llegue a los tumores, tenga su efecto. La otro tecnología es una nanopartícula.”

“Básicamente, es una cápsula especializada que envuelve la molécula y permite que podamos inyectarla a través de la vía sanguínea, sin que se degrade, y así llegue a los tumores efectivamente”, añadió.

En pocas palabras: al ingresar en el cuerpo el tratamiento penetra el tumor, suelta la molécula y detiene el tumor. Este elemento es especial, porque Marín se percató que al desarrollarse el páncreas, la MIR198 en particular, se reducía en cantidad.

Recientemente, el doctor Christian Marín fue invitado al Palacio de Buckingham donde presentó su proyecto ante el Duque de York. (cortesía Christian Marín)

Pero, ¿por qué es mejor?

Marín, de 39 años, justificó que en el cuerpo humano hay tres elementos fundamentales para que ocurran las reacciones en el cuerpo. El primero es el ADN, donde se contiene la información genética.

A este le sigue el ARN, que se encarga de codificar, regular y la expresión de los genes en el cuerpo. FInalmente están las proteínas, a cargo de los tejidos y órganos en el cuerpo.

El doctor agregó que en la actualidad las medicinas disponibles, así como la quimioterapia, atacan la estructura de las proteínas. Las primeras son como llaves que buscan abrir un llavín específico en la persona.

Si el paciente tiene ese receptor, el tratamiento funciona, sin embargo ese no siempre es el caso. Por otra lado, la quimioterapia busca matar el cáncer, antes de matar al paciente.

No obstante, este tratamiento busca llegar a la etapa intermedia, que es donde se controla la expresión de las moléculas. En este caso, la MIR 198 vendría a ser una llave maestra, que logra conectar con todos los pacientes ya que es un componente natural.

Más allá, sirve como complemento para la quimioterapia en caso muy avanzados. Además de que puede trabajar con diferentes tipos de mutaciones o resistencias, algo poco común en el campo de la oncología (rama que estudia el cáncer).

Efectividad y toxicidad

Desarrollar un fármaco nuevo no es solo cuestión de esfuerzo, sino también de un “poco de suerte”. Por ejemplo, el cuerpo no siempre reacciona como los cálculos lo proyectan.

“Es de las cosas más difíciles que se pueden tratar de hacer. De cada 10 mil compuestos que se intentan, solo llega uno al mercado”, aseguró Marín.

Uno de los retos ha sido lograr encontrar el índice terapéutico, el cual el médico explicó que es como una ventana entre la efectividad y la toxicidad del fármaco. “Lo más importante es comprobar que no va a causar ningún daño a un ser humano, al hacer el tratamiento”.

“Si me tomo una pastilla no me quita el dolor, si me tomo dos me lo quita con los minutos pero, si me tomo diez me puedo morir. Esa distancia es lo que tenemos que establecer porque en algunos tratamientos, como la ‘quimio’, es muy reducida”, detalló.

Por lo complejo del asunto, Marín asegura que el apoyo tanto nacional como internacional ha sido fundamental. En Costa Rica tiene su laboratorio en el Centro Nacional de Biotecnología (Cenibiot), en las instalaciones del Centro Nacional de Alta Tecnología (Cenat).

Mientras tanto, los lazos con su alma mater siguen vigentes ya que continua en estrecha colaboración con Baylor, así como, otros centros. Destacó la importancia de tener presencia en Texas, donde se encuentra el hospital M.D. Anderson, uno de los mejores en oncología, a nivel mundial.

Además, desde el año pasado cuentan con un laboratorio en la Torre de la Ciencia en Róterdam, Holanda, lo cual consiguió la compañía tras ganar un concurso.

El año pasado Speratum ganó el premio Innovadores de América, en el campo de ciencia y tecnología. (cortesía Christian Marín)

Acelerando esperanzas

Marín cuenta que Speratum significa esperanza en latín y escogió ese nombre porque eso es lo que busca ofrecer a sus pacientes. No obstante para lograr eso tuvo que convertir algo abstracto en algo real. Por eso destaca la ayuda recibida por Carao Ventures para lograrlo.

Esta firma de “venture capital” o capital emprendedor, busca invertir en startups que está comenzando y las acompañan desde ayudar a conseguir financiamiento hasta desarrollarse en áreas que les son desconocidas y de esta forma “acelerar” el proceso de emprendimiento.

Desarrollar un plan de negocios no es tan sencillo, en especial en el caso de una nueva medicina. Es ahí donde entran “los compañeros” de Speratum, ayudaron a Marín contratar el equipo ideal, formar alianzas estratégicas, además de ayudar a conseguir fondos.

“Desde el principio creyeron en la idea de hacer esto desde Costa Rica. Cuando presentamos la posible alianza con Cenibiot, ellos ayudaron a lograr todo es. También la fundación de la empresa y reclutando la gente necesaria. Me han llevado de la mano, han sido muy buenos compañeros”, detalló Marín.

Gracias a este acompañamiento, Marín asegura que ha tenido suerte de encontrar a las personas indicadas en Costa Rica. Ahora Speratum cuenta con 15 empleados en diferente áreas.

“Ha sido un orgullo hacer esto acá. En el primer momento me fui dando cuenta de que, el talento, lo tenemos de sobra. Personas que me ayudan con experimentos de alto nivel y todo el peso que conlleva saber que no podemos fallar”, aseguró.

Dado que los lapsos son más extensos, la hoja de ruta se basa en diferentes pasos, si estos se cumplen, el proyecto sigue adelante. De lo contrario, todo llega a su final.

“En el momento que no se cumpla, hay que ser cortantes. Por eso tenemos que ser exactos. Hay que planear a muy largo plazo y cada centavo tiene que valer”, agregó.

Ahora, Speratum avanza hacia la etapa de pruebas clínicas y, a pesar de contar con $2 millones recaudados, le hacen falta al menos tres millones más. En este punto, la compañía ya tiene que recurrir a concesiones y donaciones gubernamentales.

“Hemos pasado por muchas etapas y hemos podido demostrar que nuestra ciencia es sólida. Más importante, que es completamente segura”, sentenció.

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