Costarricense, Manrique Rodríguez, gerente general del Hotel Phoenicia es el encargado de reconstruir el alojamiento, luego de la explosión en Beirut que lo destruyó.
Hace un año, una de las mayores explosiones no nucleares de la historia, provocada por el estallido de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, capital de Líbano; destruyó el icónico Hotel Phoenicia.
“Ese 4 de agosto yo me encontraba en mi oficina, eran las seis de la tarde. Estaba con la número dos del hotel y, de pronto, sentimos como un terremoto. Yo, al ser de Costa Rica, inmediatamente le dije a ella ‘esto es un terremoto, quédate quieta’; pero a los 20 segundos se vino una explosión indescriptible, impresionante”, declaró Rodríguez en entrevista con La Nación.
El Hotel Phoenicia, un cinco estrellas con vistas al mar Mediterráneo, pertenece a la cadena Intercontinental y fue fundado en 1961. Desde entonces, los obstáculos han labrado la historia de un lugar emblemático.
En 1965 cerraron sus puertas debido a la guerra civil libanesa. La reapertura se produjo 35 años después, en el 2000, pero en el 2005 una furgoneta bomba estalló a sus puertas, asesinando al ex primer ministro Rafik Hariri.
“Todo lo que pasa en Beirut, ha pasado por ese hotel, desde reuniones internacionales, políticos, deportistas; desde Shakira, Frank Sinatra, el Rey de España o Julio Iglesias. Es un hotel emblemático”, apunta el costarricense de 58 años.
El Phoenicia, hotel que forma parte de la historia de Líbano, se encuentra a un 70% de avance en su reconstrucción, en medio de una ciudad que lucha por levantarse, una vez más, tras el estallido que mató a 205 personas, hirió a 6.500 y desplazó de sus hogares a 350.000 personas.
“Beirut ha sido destruido siete veces y, de las siete, han salido de la nada y han reconstruido su ciudad. Esta es la octava vez y saldrán adelante”, dijo Rodríguez con confianza.
La explosión de Beirut
“Mi colega se intentó levantar, pero yo le dije que se sentara, porque desde mi asiento podía ver el pasillo de mi oficina y pude ver cuando parte del techo cayó, colapsó; un ruido espantoso y polvo por todo lado. Salí a ver el ‘lobby’ del hotel y parecía una película de terror. Se fue la luz, había humo por todo lado, gente gritando y corriendo”, afirmó el costarricense quien también tiene nacionalidad española.
«Yo bajé al lobby a dirigir a mi gente. Al ser las seis de la tarde, y verano, fue una gran ventaja porque los huéspedes eran vacacionistas, no de negocios, así que la mayoría estaban en la piscina. Teníamos unas 200 habitaciones ocupadas más unos 150 empleados en el hotel».
“La gente empezó a entrar de la piscina hacia el ‘lobby’, donde a pesar de ser vidrios de seguridad, dejan escarcha en el suelo que puede cortar. Empecé a ver entrar huéspedes todos cortados. Inmediatamente, activé al equipo, mandé a traer pantuflas para los huéspedes y todos los kits de primeros auxilios”, recordó Rodríguez.
“Al día siguiente hicimos la evaluación de los daños materiales: impresionantes. Un señor conocido me llamó y me dijo que el hijo estaba en una habitación y no lograba contactar con él. Subí a la habitación, ya seguridad había pasado y no había nadie, pero cuando entré a la habitación me dije ‘si este señor hubiera estado aquí, ya no estaría’”.
Reconstrucción del Hotel luego de la explosión en Beirut
“La prioridad número uno son las personas. Con ayuda del comité de emergencias del hotel, evacuamos a los heridos al hospital, gracias a Dios apenas cinco o seis personas fueron trasladadas y ningún fallecido. Paralelamente, el departamento de Seguridad e Ingeniería hizo el chequeo de las 447 habitaciones.
“A los tres días, los ingenieros hicieron una evaluación completa y los daños fueron muchísimo mayores de lo que esperábamos. Todas las fachadas quedaron afectadas. Todos los techos se abrieron para asegurarnos de que las tuberías y equipos internos estuvieran bien”
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El gerente explicó las dificultades de ser administrador hotelero en un alojamiento que no solo está cerrado, sino destruido. “Pasé a ser administrador de una construcción. Por dicha hice dos aperturas de hoteles (Melbourne y Austin), así que volví a las bases”.
“Hay que dejar el corazón al lado y levantarse con la realidad: un hotel vacío, sin ingresos que no estaba proyectado que se dejaran de percibir. De un día para otro, no hay nada. Tuvimos que enviar gente a la casa. Teníamos la alacena llena, comida para 3.000 personas por día, todas las cámaras frigoríficas llenas. Tocó buscar la forma de venderlo todo para reducir pérdidas”, describió Rodríguez.
Con información de La Nación
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