UNA evidenció la presencia constante de plaguicidas en las aguas de la Laguna Madre de Dios el Limón

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El Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (IRET-UNA) evidenció la presencia constante de plaguicidas en las aguas de la Laguna Madre de Dios, ubicada en Bataán de Limón.

Tras un monitoreo realizado entre el 2016 y el 2018, los investigadores encontraron la presencia de más de 20 plaguicidas. La laguna recibe aguas de los ríos Madre de Dios, Pacuare y del canal de Bataán, cuya cuencas atraviesan cultivos de banano, piña y arroz.

La contaminación de estas aguas desencadena efectos negativos en el ecosistema, como eventos de mortalidad masiva de peces.

Según los investigadores Seiling Vargas y Clemens Ruepetr, algunas de las concentraciones detectadas como ametrina, diuron y etoprofos superan los niveles que representan un alto riesgo para la biodiversidad de los ecosistemas acuáticos de la laguna, por lo que urge una intervención para su protección.

Las comunidades más cercanas a la Laguna Madre de Dios albergan unas 100 familias, dedicadas a la actividad turística, la pesca y la producción de coco.

«Yo tenía como 10 años, había muchos peces: sábalos, robalos y tiburones que comenzaron a desaparecer con la llegada de las bananeras», comentó Julio Knight, vecino de la zona, en un comunicado de prensa de la UNA.

Knight, quien tiene 55 años de vivir cerca de la laguna, aseguró que la contaminación coincide con la llegada de los grandes cultivos a la zona. «Uno viajaba por el río, pasaba la avioneta y el aire se ponía como cuando llueve un poquito, y eso lo tocaba a uno. Poco a poco va enfermándolo a uno”, dijo el también líder comunal.

En mayo del 2018, se produjo otro incidente de matanza de peces debido a la presencia de agroquímicos en la Laguna Madre de Dios. Los vecinos denunciaron el evento, confirmado por el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).

Previamente en el 2015, reportaron situaciones similares en los ríos de Gosheng y el Vizcaya, así como la playa del mismo nombre; así como en el 2013.

Años de investigación

Los últimos estudios sobre la presencia de plaguicidas se realizaron entre el 2016 y el 2018. (UNA)

El IRET-UNA inició estudios en la zona en el 2003, luego de que se reportaran decenas de peces muertes en la laguna, producto de un derrame accidental de un fungicida.

«La cuenca tiene mucha riqueza en la parte baja y actividad agrícola en la parte media. Los primeros trabajos detectaron la presencia de plaguicidas», señaló Freylan Mena, investigador del Iret-UNA.

En el país se ha investigado múltiples veces el daño provocado por los cultivos de banano y piña, sobre todo este último. Una tesis en Gestión Integrada de Áreas Costeras de la Universidad de Costa Rica en el 2004 investigó la gestión en la zona costera de la Reserva Pacuare.

La tesis enumeró que desde finales de la década de 1990, el Sindicato de Trabajadores de Plantaciones Agrícolas (Sitrap) presentó nueve denuncias por la contaminación constante de ríos, canales y lagunas en el área de estudio. Hubo múltiples denuncias, casos e investigaciones (2001, 2003 con un caso grave, 2008, 2011, entre otros).

En 2011 el IRET reveló la presencia de residuos de agroquímicos en todas las muestras de agua analizadas de los sitios con influencia agrícola.

Ya en el 2015 los datos del IRET mostraron que en el país se usan en promedio 18,2 kilogramos de plaguicidas por hectárea de cultivo agrícola. Costa Rica es el primer lugar mundial.

Biodiversidad de la laguna

Desde el 2014, los investigadores de la Universidad Nacional han muestreado y analizado la comunidad de algas presentes en la laguna. Las especies más abundantes pertenecen al grupo Bacillariophyta, indicadoras de contaminación orgánica y con potencial de eutrofizar (una abundancia anormalmente alta de nutrientes) cuerpos de agua.

El segundo grupo más numeroso resultó ser Cyanophiceae, conocidas como cianobacterias, especies resistentes a diferentes tipos de contaminación, por lo que se usan como indicadores biológicos.

Según los expertos, la toxicidad de los herbicidas puede afectar a las microalgas inhibiendo o limitando su crecimiento por afectación de la fotosíntesis, la síntesis de pigmentos fotosintéticos y otros.

«En algunos casos, a concentraciones bajas de herbicidas, el crecimiento de algunas especies de algas verdes puede verse estimulado, pero la persistencia de estas sustancias y mezclas de estas con otros plaguicidas, pueden tener un impacto negativo en especies muy sensibles si se mantienen expuestos durante periodos de tiempo considerables o si las concentraciones del tóxico son elevadas», dijo Rocío Ugalde, investigadora del IRET-UNA.

Entre 2014 y 2018 se identificaron 36 especies donde el róbalo, el de mayor abundancia y de gran interés el para consumo local y las actividades deportivas. La presencia de especies invasivas, como el pez diablo, puede ser señal de degradación.

«Planteamos evaluar si los peces pueden estar sufriendo a nivel fisiológico con la exposición a niveles no letales de plaguicidas en el agua, utilizamos biomarcadores químicos y encontramos relación entre algunos insecticidas con respuestas de biotransformación y estrés oxidativo», detalló Mena.

Altos nutrientes

Otro de los aspectos estudiados fue la vegetación acuática. De acuerdo con el investigador Fernando Ramírez, en seis años de evaluación se han cuantificado pocos cambios en la composición florística de los bordes.

No obstante, destacó el aumento en los índices de cobertura y frecuencia de pasto Brachipará, el cual ha desplazado el Echinochoa polystachya (pasto alemán) de las áreas de vegetación semiflotante.

Estos cambios, según el investigador, podrían ocurrir por la alta cantidad de nutrientes y partículas que son arrastradas de los canales de drenaje y que son atrapadas por las raíces de las plantas.

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