El humo del incienso invade la sala, retumba el sonido de los tambores, amuletos de plata y oro se bañan en la sangre de un animal sacrificado como ofrenda a los espíritus del zar, el poseído entra en trance y los espíritus abandonan su cuerpo.
Fatima Abu al Ela, de 70 años, aprendió este ritual exorcista conocido como “zar” de su madre cuando apenas tenía 12 años. Ella es una de las últimas que realizan este ritual, que ofician mayoritariamente mujeres y que está en vías de extinción.
“Se está perdiendo, los únicos que permanecemos en Egipto somos nosotros (…), lo hemos aprendido sin método, de dios, y nadie puede aprenderlo”, afirma en una entrevista a Efe Abu al Ela, líder o “sheikha” del grupo Mazaher.
“Cuando escuchas la música empiezas a liberarte”, explica poco antes de la representación de música zar que cada miércoles realiza junto a 5 ó 6 músicos egipcios en el centro cultural Makan, situado en el centro de El Cairo.
Cuenta que “en este lugar el zar es acústico y la gente solo viene a escuchar”, y que las prendas que lleva durante la actuación “son más elegantes” que las empleadas en un ritual espiritista real, en el que además de la música realizan otros ritos para liberar a los espíritus.
Esta actuación simula la música empleada en los rituales de zar reales, dividida en tres partes representa la diversidad de canciones que tiene la música zar.
Primero retumban los tambores y afloran las melodías de la música zar que alaban al profeta Mahoma.
Más tarde, el sonido de los acordes de la guitarra africana conocida como “tamboura” se funde con el chasquido de una falda con pezuñas de cabra llamada “mangour” y la sintonía de una flauta de caña, melodías típicas del zar sudanés.
La actuación finaliza con los cánticos y los ritmos empleados en las ceremonias egipcias.
Hay registros del zar desde principios del siglo XIX en Abisinia (antigua Etiopía) y un rastro que le lleva también por Irán, Sudán, Egipto y otros países del golfo Pérsico.
Sin embargo, no se puede ubicar su origen en una única sociedad, según explica la antropóloga y escritora Hager El Hadidi en su libro “Zar”.
En Egipto el zar es aceptado por la población musulmana debido a la mención del “genio o djinn” en un capítulo del Corán. Sin embargo, ha sufrido una gran represión durante cientos de años por parte de los islamistas conservadores.
El Hadidi cuenta que hay 66 espíritus organizados en familias, tienen su propio género, profesión y personalidad, habitan lugares contaminados, como baños o basureros, y la primera experiencia exorcista se produce en un baño doméstico cuando el poseído es adolescente.
El zar libera a los espíritus mediante rituales musicales como el que representa el grupo Mazaher o con el zar silencioso que organiza una ceremonia con incienso, gena y velas, realizan un sacrificio animal de gallinas, cabras u ovejas conocido como “Madyafa”.
Los devotos y el poseído cocinan y comen la carne del animal, dan como ofrenda a los espíritus los amuletos zar del poseído bañados en la sangre de estos animales y esparcen gotas de esta sangre por el baño doméstico de la persona poseída, cuenta El Hadidi.
La antropóloga relata que el zar forma parte del cine árabe y la población egipcia conoce este ritual porque aparece en películas egipcias como en “Daqqa zar”.
Pero esta tradición camina hacia su extinción. Afirma que en el año 2005 contaron más de 200 músicos de zar en El Cairo. Sin embargo 14 años después el grupo Mazaher es el único que continúa realizando este ritual.
“Antes había mucha demanda y ahora casi no hay”, comenta a Efe Ibrahim Fauzy Ibrahim, un músico de Mazaher .
“A mis hijos no les quiero enseñar una tradición que no tiene futuro”, explica cabizbajo.